Recuerdo, entonces una y otra vez aquella tarde de enero de 2012 durante un aluciante y revelador encuentro con el multipremiado Eduardo Galeano.
Sucedió en la Casa de las Américas, en esta ciudad, en una calurosa tarde en la abarrotada sala Che Guevara donde predominó el ardor humano de un auditorio expectante en perfecta comunión con el hombre que hasta hace sólo unas horas dibujó el mundo con palabras de honda significación que, las esbozó de manera poética, crítica y con un fino humor, de ese que remueve el pensamiento.
De los libros “Los hijos de los días y Espejos. Una visión casi universal” leyó fragmentos el escritor uruguayo, invitado especial del Premio Literario Casa de las Américas en su edición 53. Pero no fue una lectura la de Galeano sino una recitación de textos breves y precisos percibidos galantemente por intelectuales y artistas cubanos, amigos de otros confines y un público de todas las edades que desbordó varios niveles de la institución de Tercera y G, en el Vedado capitalino.
Los asistentes fueron cómplices del autor que regaló su visión de este mundo nuestro. Un creador increíble, que recordaba hasta el más mínimo detalle de lo que trazó hace años por ello con una sola hojeada expresaba, decía de modo pausado y con la cadencia exacta. ¿Cuánto rigor en la escritura para transmitir sentimiento, pura emoción?; y los espectadores –entonces- aplaudieron, rieron y aclamaron a Eduardo Galeano.
Habrá ahora que dedicarle una y otra vez a Eduardo Galeano los encuentros literarios en este continente para apretarle la mano con que escribía y parezca que no se haya ido.
Bajo la instalación del Árbol de la Vida en su casa, nuestra casa, Casa de las Américas; transcurrió aquel inolvidable encuentro con Eduardo Galeano con quien se celebraba la vida, se revivía el espíritu.
Un ícono de una sensibilidad tan latinoamericana como universalista Eduardo Galeano, periodista y escritor dijo adiós esta mañana en su Montevideo, Uruguay a los 74 años de edad.
Gracias una vez más Galeano, amigo.